Una suerte de otoño me sorprendió ese día, un estanque quieto, una hoja inmóvil que me paralizó, transformándome en una parte mas de ese paisaje gris y ocre.
Una llama suave todavía alimentaba el interior de mi corazón. Era el cariño que te guardaba, los recuerdos maravillosos que me negaba a olvidar, el olor de tu piel, la suavidad de tu pelo, tu voz. Pero que triste me sentí al saber que todo eso ya no me pertenecía. Un viento arrastró la quietud de mi alma y la hizo estallar en un llanto.
Ese día murieron mis pasiones. Y nunca iba a poder sentir amor, ni siquiera afecto por nadie. Ese día murieron tu cuerpo y mi alma.
Eileen Pennington
ARTEMMUSIKAL